martes, 28 de abril de 2015

13ª REVISIÓN: BRINDIS

Creo que de todas, ésta revisión ha sido en la que más hemos aprovechado el tiempo.

Por regla general las revisiones las hacemos en plan cohete: Llegar el día antes a Madrid con los nervios en modo centrifugado, dormir en casa de mi maravillosa, guapísima y genialosa prima (y no es peloteo) y levantarnos prontísimo al día siguiente para ir al hospital, hacer analítica, esperar resultados y cuando los tenemos....fiummmm, de vuelta a la caracola de mar.

Pero no, ésta vez no ha sido así. En esta ocasión hicimos el viaje con más tranquilidad porque, además de la revisión, teníamos otro evento al que no queríamos faltar.

Vamos por partes.
Nuestra aventura comienza con un sábado nubloso muy muy temprano. Esto de viajar casi de madrugada se debe a que al Duende cada vez le pesan más los viajes largos y cuando vamos por la mitad no hay quien lo aguante.

¿Hemos llegado ya? ¿Hemos llegado yaaaa? ¡Qué lejos está Madrid!

Ufffff...sin comentarios. 

Pues eso, que el sábado llegamos a Madrid. Comimos con toda la familia, que no es poca, y volvimos a la casa okupa para descansar hasta el día siguiente, después de una deliciosa cena de sushi (me pirra el sushi).

Y llegó el domingo, día esperado, más incluso que la revisión.

He hablado alguna vez de los estrechos lazos que unen a los padres de hospital. Son lazos fuertes y vibrantes pero también ásperos. 
Los padres de hospital no sólo son amigos, son familia.
Como es lógico, con los Padres de hospital te ves en el hospital, deseando siempre que llegue el día en el que brille el sol y puedas salir.

Esto es exactamente lo que ocurrió el domingo, puede que no brillara el sol en el cielo pero sí en nuestros corazones (qué cursilada acabo de poner). 
Gracias a una de las mamis de la pandi de la Paz que se encargó de todo, GRACIAS REGI, el domingo nos reunimos POR FIN fuera del hospital.

Decir que me lo pasé bien y que me encantó poder ver, charlar y reír con todos estos amigos es quedarse muy corto.
Sí, se habló de enfermedad, pero también de esperanza, de ilusiones, de ganas de vivir, del mañana.

Contamos anécdotas divertidísimas entre canapé y canapé, nos dimos ánimo y fuerza para las siguientes pruebas, bebimos, comimos, nos acordamos con cariño de las familias que no habían podido venir por diferentes motivos y hasta cantamos el cumpleaños feliz.

Y mientras los padres no parábamos de parlotear y de aprender todavía más sobre el mundo en el que vivimos, los niños jugaban como locos, pasándoselo....como dijo el Duende cuando ya regresábamos a casa....BOMBA.

Para despedirnos brindamos por la siguiente quedada, prometiéndonos que de verdad la haríamos e incluso mirando fechas.

Terapéutica, así fue la comida. Porque ver jugar juntos a los niños sin las bombas, las bolsas de medicamento y los pijamas de hospital es la mejor de las visiones.

Con que....¿PARA CUÁNDO DIJIMOS QUE ERA LA PRÓXIMA?


El lunes a primera hora me desperté, metí el corazón en La Caja y fuimos al hospital..

¡¡100% de quimera!! 
Buenas noticias en inmunología porque el último estudio estaba muy bien.
TODO GUAY!!

Para rematar la faena a tan estupendoso viaje, gracias a Juegaterapia Daniel tuvo la oportunidad de conocer en persona a Risto Mejide, El Hombre de Negro y Alberto Chicote.

¿El motivo?
Muhahahaha....Te lo contaré otro día (me encanta ser maligna)

No es por nada pero cuando regresábamos ayer de Madrid el paisaje me parecía más bonito, verde, luminoso, espectacular...todo era grandioso. Los campos se pintaban de amarillos fosforescentes, verdes intensos y marrones húmedos a la vez que el cielo parecía una puerta al mismísimo paraíso.
Dicen que cuando eres feliz ves las cosas de otra forma...y es verdad.

FELIZ DÍA.

viernes, 17 de abril de 2015

EQUILIBRIOS

Sé que no estoy escribiendo mucho últimamente pero ésto no significa que me haya olvidado del blog. No, de eso nada, la verdad es que lo tengo muy presente pero desde que hemos vuelto a casa he decidido dedicar el tiempo un poco a mi, a fortalecerme, a cuidarme y sobre todo a aprender a equilibrarme.

Estoy harta de vivir como si caminara sobre una cuerda floja donde, si me caigo, no me espera ninguna red sino un montón de monstruos hambrientos, un mar de lava y vete tú a saber qué más espantos.

Pero como esto no lo puedo evitar porque mi vida es así sí o sí, no me queda otra que amoldarme...

No lo he contado antes por aquí porque no quería asustar a nadie pero tengo que confesar que justo el día antes de mudarnos de nuevo a Cartagena mi cuerpo me dio un aviso. Un aviso importante, uno que me asustó de verdad y no sólo a mi sino también a Papá.

Siempre que me preguntan cómo me encuentro y cómo llevo la enfermedad del peque yo digo que bien y no es que mienta, lo digo porque así lo siento. Por supuesto no estoy para tirar cohetes pero, aunque no me canse de repetirlo, si Daniel está bien, y lo está, yo también lo estoy.
No lloro, no me lamento ni me compadezco de mi misma, simplemente asumo el papel que me ha tocado. Sí, tal vez me contenga más de la cuenta pero creo que estoy tan acostumbrada a hacerlo que ya ni percibo que lo hago.

Lo que me pasó aquel día al que he hecho mención antes es que, aunque mi mente quería seguir adelante mi cuerpo dijo basta. Me fui. En mi cabeza estalló un dolor tan enorme que se me quedó medio cuerpo paralizado y esto va en serio, se me durmió la cara, el brazo, la mano...Por si fuera poco no era capaz de hablar ni expresar lo que quería decir. Pero ya digo que fue mi cuerpo porque mi mente seguía empeñada en hacer todos los recados necesarios que nos permitieran ultimar los detalles para poder volver a casa. Y sin pensar metí al peque en el coche y conduje durante media hora, (el tiempo de distancia que hay entre la mini casa que teníamos alquilada y la casa de mi prima, para poder devolverle todas las cosas que nos había prestado). Ahora lo pienso y se me ponen los pelos de punta, ¡¡qué inconsciente!! ¡Podía habernos pasado algo!
Imagínate la cara de mi prima cuando abrió la puerta y me vio, según ella, pálida y con cara de ida, soltando incoherencias por la boca, mientras el niño dormía tranquilamente en el coche.

Ese día se suponía que volvíamos a casa pero no pudo ser, tuve que pasarlo en cama, durmiendo, relajándome, permitiendo a mi ser que se tomara unas vacaciones.

Así que, para evitar estos males tomé la determinación de dedicarme tiempo a mi. Porque para poder cuidar de Daniel tengo que estar bien y ya no basta con no ponerme enferma, tengo que estar bien en todos los sentidos, física, mental y espiritualmente.

Lo primero que hice fue algo que llevaba tiempo queriendo. Me apunté a tiro con arco. Sí, soy una friki pero ahora soy una friki feliz.

Me gusta la sensación de sostener el arco, sentir su peso sobre mi mano izquierda. Adoro colocar la flecha y tirar de la cuerda, el autocontrol, la presión, toda esa potencia entre mis dedos.  Respirar profundamente y soltar. Entonces la flecha vuela a una velocidad que mis ojos no alcanzan, a la vez que el sonido rompe el aire como si cantase. Y por fin,llega el impacto y se clava en la diana.
No soy muy buena, no suelo dar mucho en el centro, aunque sí lo he conseguido. Pero no es la puntería lo que me gusta, es todo lo demás, el ritual, la preparación...el poder tener el control de algo en mi vida, por insignificante que sea.

También, por recomendación de una amiga, me apunté a yoga.

Voy a clase con los dientes apretados, porque así estoy todo el día, incluso ahora mientras escribo, tengo los dientes apretados y me duelen las mandíbulas... pero me aguanto. 
Sin embargo allí no los aprieto, me relajo, de algún modo me libero y suelto momentáneamente la carga que me acompaña siempre.
Realizo los ejercicios dándome cuenta de lo chungo que tengo el cuerpo, me estoy haciendo mayor, ¿cómo me he podido dejar tanto? Si es que no tengo flexibilidad estoy hecha una birria.

Lo que más me gusta del yoga, a parte de la relajación y demás, es cuando cantamos los mantras. Como son en indú no tengo ni idea de lo que digo pero, bah, ¡qué más da!, suenan genial.
La vibración se me mete por dentro y me sube a las nubes. Encima, cada día realizamos un Kriya diferente y a veces esos Kriyas son para enviar energía, para dar fuerza a quienes la necesitan y yo me siento todavía mejor pensando mentalmente en todos los peques de la Paz, enviándoles esa fuerza que necesitan...

Además del yoga y del tiro con arco también estoy dedicando mucho tiempo a hacer otra cosa que me gusta...escribir.
Llevo unos cuantos años haciéndolo pero desde hace poco lo hago con más ganas. Quizás algún día estas historias que me invento vean la luz pero por ahora me contento con escribir para mi y para los pocos que tienen la osadía de aguantar mis fantasías.

En fin, que me siento bien. Puede que siga caminando sobre esa cuerda pero ya no me caigo, voy en equilibrio.


A la vez que yo ocupo las horas del día (que se me quedan cortas) el Duende también lo hace siendo, como debe ser, un niño feliz: disfrutando con su profe, aprendiendo a escribir y a leer. ¡¡Ya escribe su nombre estupendamente!! Además juega muchísimo con sus dos mejores amigas, monta en bici, come muchas chuches y se ríe un montón.

Y nada, esto es lo que quería contarte, que estamos bien, que todo sigue hacia adelante y que estoy deseando que haga mejor tiempo porque tengo los pies fríos.

También quiero decirte que te quieras y que hagas lo que te apetezca aunque tengas que sacar el tiempo de debajo de las piedras

FELIZ DÍA, SEMANA, MES...